jueves, 10 de enero de 2008

Alien – nación: Arquitectura globalizada para un país no globalizado


Alienación: Estado mental caracterizado por una pérdida del sentimiento de la propia identidad (Diccionario de la Lengua Española, 2001).

Complejo concepto, puesto que toca un tema siempre de moda en una ciudad y un país como el nuestro: el de identidad.
¿Podemos hablar de una identidad urbano-arquitectónica contemporánea reconocible en la Lima de hoy y en general en las principales ciudades del Perú?
A primera vista la respuesta parece ser negativa, puesto que dentro del conglomerado de obras que han sido realizadas o por realizarse, pertenecientes a diferentes círculos llamados de “vanguardia” dentro de la arquitectura y el urbanismo en la escena actual, salvo contados casos, existen muy pocas que tomen como punto de partida el usar, repensar o reinterpretar elementos reconocidos como propios de nuestro espectro cultural.
Y es que si existe un patrón reconocible dentro de la producción de los arquitectos de “vanguardia” en la actualidad es el de la neutralidad.
Superficies limpias, volúmenes puros e incoloros y un fetiche por todo aquello que asemeje transparencia de vidrio y acero son el pan de cada día. La herencia del modernismo mas recalcitrante de los 50 (del cual la Agrupación Espacio es el más claro exponente), aquella que rompió brutalmente con la búsqueda de un lenguaje propio de sus antecesores como Piqueras Cotolí, Velarde, o Marquina parece haber dejado su huella indeleble en ellos.
Los tiempos de globalización por los que atravesamos exigen un desapego total por las tradiciones para poder abrazar fraternalmente la visión de futuro que el neo-liberalismo económico brinda a nuestras sociedades. No es sorpresa entonces que una sutil y estilizada neutralidad se apodere de la escena urbano-arquitectónica “vanguardista” peruana. El ejemplo del balneario y boulevard de Asia y su respectivo complejo de viviendas exclusivas es contundente. La blanca pureza de sus muros, la simpleza geométrica en los trazos de su trama urbana conformada por espaciosos lotes, la conformación de estos con clara alusión a los condominios suburbanos de distritos como La Molina o Surco (bien podría leerse a Asia como una extensión estacional de estos hacia el sur) de herencia a su vez norteamericana y su respectivo carácter cerrado y exclusivo, hacen de ese conjunto de “cubitos blancos” frente al mar una oda (involuntaria quizás) a la impersonalidad y al desarraigo. Como estar sin estar.

Se crea un conflicto manifiesto entre la pertenencia física al territorio y la mental, entre quienes buscan apropiarse de un espacio pero sin relacionarse con lo que se encuentra alrededor.
Este afán de alcanzar el status de sociedad desarrollada mediante una forzada adherencia a principios culturales cosmopolitas, se ha traducido en una homogeneización del lenguaje usado para definir y construir la imagen de la ciudad desde los dos métodos reconocibles a la mano.
Sobre el primero, que gira alrededor de la neutralidad como valor principal nos hemos explayado ya. La segunda viene a ser la más prolífica y a la vez más explicita en cuanto a sus intenciones, por cuanto apela a elementos arquitectónicos reconocidos como “ultra modernos” para distinguirse buscando hacer de los edificios todo un despliegue de la más alta “tecnología” constructiva. Es así que añadidos a las fachadas en acero, vidrio y concreto matizados en colores eléctricos y sin ninguna función visible más que la decorativa se apropian de la ciudad. Albo y colorido, agua y aceite, dos métodos con una misma dirección.
Esta tendencia, que se ve claramente reflejada en todas las áreas del diseño, ha llevado a nuestras ciudades no solo a parecerse, sino a hacer prácticamente imposible el diferenciarlas unas de otras.

Existe, sin embargo, otro tipo de arquitectura cuya inspiración es la búsqueda o anhelo de un contexto globalizado, no tanto vinculada a los proyectistas de renombre como a las grandes cadenas comerciales. Más burda pero a la vez más efectiva, menos sutil pero más prolífica. Aquella que inunda nuestra ciudad con iconos de las grandes metrópolis: estatuas de la libertad, torres Eiffel, portadas greco – romanas, etc. Tratando de evocar subliminalmente mediante esta simbología, el estilo de vida de estas ciudades.
Dentro de este enmarañado escenario, sin embargo, se destaca la figura solitaria de aquellos quienes encuentran en su obra una forma de expresión de su legado socio-cultural con calidad (los casos de Soyer y los Bestias son encomiables), diciéndonos: SÍ, es posible.
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